Recordáis vuestra primera vez?



La primera llegada a meta de un Ironman es algo irrepetible. Tienes mucha incertindumbre en saber si podrás llegar o no, si el entreno que llevas es suficiente o te falta, si te vas a encontrar bien, si la comida que llevas es suficiente, qué ropa ponerte, qué dejar en las bolsas...

Después de 3,8 km nadando, 180km en bici, y 41 km corriendo, el último kilómetro doscientos metros vuelas literalmente... lo has conseguido.

Entonces se desatan en tu interior una serie de sensaciones difícilmente reproducibles de nuevo. Unos lloran, otros rien, algunos ambas cosas,..., en mi caso sufrí una explosión de alegría que fue captada por un fotografo de la organización y que fue una de las principales de la web donde se vendían on-line las fotos de la prueba.

Yo suelo decir que en esa primera vez te pica el bichito del Ironman, un bichito que te hace repetir año tras año, pues el subidón es tan grande, que esperas volver a repetir sensasiones,..., entonces aparecen otras, satisfacción por una buena carrera, por haber superado las adversidades, alegría porque se acaba por fin el sufrimiento,... La satisfacción de cruzar el arco de meta compensa todos los entrenos y sacrificios del año, y..., como toda historia, las hay con finales felices y no tan felices, pero en definitiva historias para contar y que forman parte de tu vida.

La satisfacción de acabar un Ironman te acompaña durante todo el año, justamente hasta el día anterior al siguiente, cuando sólo sueñas en volver a cruzar la meta.

Road to Roth 2008. Sólo 26 días.